Los niños no tienen miedo al dentista. De hecho, nadie nace con miedo al dentista. No, tampoco vosotros que estáis leyendo esto y que quizás le tenéis un poco de miedo. La ansiedad dental (o miedo al dentista) en niñas y niños solo puede ser por dos motivos: o bien porque les hayan hecho daño en alguna visita previa o (en los que no hayan acudido nunca a consulta) porque lo hayan “aprendido” de su entorno: madres, padres, hermanos, otros parientes, compañeros de colegio. Es lo que se conoce como aprendizaje vicario.
Para evitar generar esa ansiedad os recomendamos que sigáis estos consejos
1. Frases del tipo “Tranquila, cariño, tú no te asustes, que no te pasará nada” no ayudan, precisamente. Es normal que, como padres, queramos tranquilizar a nuestros hijos e hijas y que lo hagamos con la mejor de las intenciones, pero algunos comentarios pueden producir el efecto contrario al deseado. Si vuestra hija o hijo ya es capaz de entender, le podéis decir, por ejemplo, que va a ir al médico de los dientes y que los va a contar. Vamos, tiene que pensar que es lo más normal del mundo.
2. Evitemos que oiga historias o comentarios desagradables sobre el dentista en el entorno familiar o escolar. Seamos realistas: los comentarios sobre dentistas no suelen ser agradables, así que cuantos menos comentarios previos escuche, mucho mejor. Esto incluye también comentarios involuntarios sobre las visitas al dentista de mamá o papá, o que asocien dolor de muelas o dientes con la visita al dentista. Son niños, pero ya sabemos que lo oyen todo. Por otra parte, si no avisáis a vuestros hijos con antelación de que les vais a llevar al dentista, tampoco lo hagáis al entorno familiar o escolar de donde puedan llegarle comentarios desagradables.
3. Utilizar palabras como anestesia, aguja o pinchazo no es buena idea. Si tienen edad para saber qué significan es probable que no lo asocien con nada positivo, y si no las entienden os veréis en un problema a la hora de explicarlo sin hacer referencias negativas o desagradables. Como comentábamos antes, lo mejor es tratarlo como si de una visita rutinaria al médico de cabecera/pediatra se tratase.
4. Utilizar al dentista como amenaza tampoco es buena idea. Frases del tipo “Si no te lavas los dientes tendremos que ir al dentista” les sonará como castigo y cuando tenga que acudir a consulta lo hará asustado. En cambio, opciones como “A mamá y papá nos gusta que te cepilles los dientes porque después tus besos saben a fresa/menta” suelen ser muy efectivas.
Resumiendo: lo mejor es que la primera visita sea para revisión sencilla, así estará relajado, tranquilo y tendrá un buen recuerdo de la primera experiencia, y con esa actitud repetirá en las siguientes visitas.
¿Entrar o no entrar? He ahí la cuestión.
Obviamente, en la primera visita es necesario que las madres y padres entréis en la consulta con los niños. También en las revisiones periódicas, para hablar con la doctora, aclarar las dudas que haya y conocer el plan de tratamiento, en su caso.
Pero cuando se inicie el tratamiento es mejor que esperéis en la sala de espera. Por asombroso que os pueda parecer, cuando las madres y padres no estamos delante las niñas y niños suelen estar relajados y se portan muy bien